Chiclayo vibra con el Aurich
El “Ciclón” del norte derrotó 2-0 a la “U” de Solano
Chiclayo. El héroe Elías Aguirre se inmoló en la nave del Huáscar. Sin importar que la flota enemiga fuera superior, arremetió y no dio concesiones. Alcanzó la gloria de un mártir al recibir una granada en su cuerpo. Y ayer, en la cancha que lleva su nombre, hubo una reminiscencia con uniforme de fútbol y final distinto. Sergio Ibarra abrió los brazos hacia la tribuna, casi en un gesto de Cristo crucificado, y sonrió. La sangre en su rostro se perdía en el color de su camiseta. Treinta segundos antes no había dudado: se metió entre los centrales de la “U” y detonó la segunda bomba en ese equipo que parecía imbatible en la previa, gracias a sus batallas contra Libertad y Cristal. Pero el “Checho” sangrante ofreció un mínimo instante de heroísmo y gloria en este domingo de resurrección. Ahora, Juan Aurich está en la punta.
El “Ciclón” no merecía otro final. Debe haber sido su mejor primer tiempo en lo que va del torneo. Orden, coraje, velocidad, inspiración y decisión. Mientras los jugadores de la “U” se perdían en divagaciones y pases siempre inconclusos, la flota de Franco Navarro aprovechaba la debilidad de Villamarín y viraba la puntería por la izquierda, que fue como llegó el gol de Chará, quien arrancó y solo lo detuvo su disparo a la red. Si Chará e Ibarra siempre estuvieron con cañones listos para hundir la defensa crema, Labarthe y Orejuela pedían un bote salvavidas que les permitiera encontrar una salida a su desaparición. Galliquio y Calderón chocaban entre sí, confundidos; Guadalupe y Álvarez cubrían sus espacios, infranqueables. Landauri se perdió junto a la línea, mientras que Advíncula la utilizó como guía hacia el arco rival. Línea por línea, la tripulación del Aurich fue mejor y navegó a la victoria.
No fue distinto con los almirantes. Solano no lanzó más de un pase largo certero. Candelo metió varios en callejón, siempre dañinos y como antesala del peligro en el arco de Fernández. El crema nunca verticalizó su juego; el rojo cruzaba la media y armaba triángulos con toques vertiginosos. Uno discutía las decisiones de sus compañeros; el otro las arengaba y aplaudía. El cenit de la comparación entre los dos fue el segundo gol del Aurich. El peruano envió un pase largo que cayó a los pies de un rival. La pelota le llegó al colombiano y frotó la zurda con un centro de curva lejano para Fernández y preciso para Ibarra. Era inevitable, uno de los dos barcos debía hundirse. Y fue el de Reynoso.
En el Elías Aguirre solo un equipo jugó como si fuera una final, casi la última batalla del torneo. Y lo hizo con cañoneros efectivos y luchadores. Por eso, solo una comparación más. Calheira se tiró cada vez que sintió un contacto ajeno; Ibarra nunca se escondió. Es que para ganar partidos como el de ayer, siempre hay que tener ganas de ser un poquito héroe. Así dejes la sangre en la cancha.
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