Monday, December 06, 2010


El Nobel y el fútbol: Vargas Llosa explica la “belleza” del ‘off side’
En otra de sus columnas publicadas en El Comercio durante España 82, el Nobel de Literatura defiende la polémica jugada y descarta que se trate de una ‘trampa’

Por Mario Vargas Llosa
Publicado en 1982

La derrota de Bélgica por Polonia, en el Camp Nou (3-0), al iniciarse la segunda fase del Mundial, ha sido atribuida a la ausencia de dos jugadores belgas claves; Gerets, el capitán del equipo, y el guardameta Pfaff. Ambos, como es sabido, quedaron lesionados —el primero, con una conmoción cerebral— al chocar una contra otro en el último partido de su cuadro, contra los húngaros. Y es verdad que, sin esos dos hombres esenciales, sobre todo Gerets, quien acaso hubiera podido neutralizar o mermar la peligrosidad diabólica del binomio Lato-Boniek, Bélgica perdió lo mejor que tiene: esa sólida defensa que aturdió y paralizó a los argentinos, hace dos semanas, en esta misma cancha barcelonesa. Pero quizá sería más apropiado decir que el fracaso de los belgas ante los polacos fue el fracaso de un método de defensa, el más cerebral de todos los que se aplican en el fútbol: el del ‘off side’ provocado.

Que un jugador quede ‘off side’ —fuera de juego— significa que se ha puesto —o lo han dejado— delante de los jugadores del equipo adversario, excluido el arquero, y delante del balón. Esta colocación adelantada se pena como una falta. Lo es, pues rompe la simetría y conspira contra la esencia de un partido, que no consiste en meter goles sino en meter goles jugando. El gol debe ser el resultado de un proceso, el éxito que corona una acción. Si fuera lícito que un jugador se adelantara a la defensa opositora y, francotirador oportunista, esperara allí la pelota para chutar, habría más goles en los partidos pero también menos fútbol.

La pena por posición adelantada permite a los equipos trocar el pecado en indulgencia y actuar de modo que el enemigo quede ‘off side’, replegándose sorpresivamente. Es una manera audaz y arriesgadísima de anular los avances del contrario. Es usual intentarla inmediatamente después de un tiro libre adverso. Todos los cuadros se valen de ella alguna vez, pero Bélgica la ha convertido en la piedra miliar de su estrategia defensiva, el recurso de que se vale incesantemente para neutralizar al adversario, cuyos delanteros se descubren, de pronto, solitarios, omnipotentes ante un arco desguarnecido, reglamentariamente prohibidos de usufructuar de esa privilegiada posición y, para colmo de males —tras cuernos palos— castigados con un tiro en contra.

Hace algunas semanas, en un artículo polémico, Javier Pradera objetaba la táctica del fuera de juego por razones éticas. ¿Es moralmente lícito –argumentaba, si no recuerdo mal— industrializar en provecho propio, convertir en sistema, lo que el reglamento sanciona como hecho anómalo y excepcional? A su juicio, valerse del fuera de juego equivalía a una tinterillada, a un formalismo poco deportivo. No comparto esta filosofía antiintelectual y calvinista del fútbol. Lo cierto es que no hay trampa en la celada del ‘off side’. A diferencia del recurso desesperado de la entrada peligrosa o la directa agresión, el ‘off side’ provocado deja físicamente indemne al adversario a la vez que lo cancela y lo pone en ridículo. Puede ser, incluso, un movimiento de cierta belleza rítmica y con relentes mágicos. ¿Cómo hicieron para ponerse de acuerdo, a esa velocidad, esos jugadores que, con simultaneidad fotográfica, impelidos por una fuerza irresistible, avanzaron y dejaron el delantero adversario en esa orfandad, en ese ostracismo? La operación tiene sus peligros, como se vio, cuando los belgas lo intentaron, a los 53 minutos de juego, les falló y Boniek marcó tranquilamente su tercer tanto de la noche. En cambio, la cuarta vez que el balón entró en el arco de Custers, no fue gol porque la estratagema del ‘off side’ dio resultado. El árbitro hizo bien en anular el tanto.

El partido, que fue excelente, gracias a la vivacidad de la delantera polaca, y dentro de ella, gracias a la maravillosa pareja conformada por el joven Boniek y el veterano Lato, sirvió además para demostrar que la táctica del fuera de juego tiene unos alcances muy limitados. El encuentro probó una vez más que una cosa es dominar las acciones y otra meter goles. Los belgas, pese a su aparatosa derrota en el marcador, estuvieron más tiempo en el campo de los polacos que estos en el de los belgas. Pero aquellos fueron de una efectividad centelleante y estos totalmente ineficaces a la hora de rematar. Tampoco los acompañó la suerte, pues el larguero fue un colaborador diligente del guardameta Miynarczyk.

Los contraataques polacos fueron lo más vistoso de la noche. Con una rapidez y una codicia que no les habíamos visto ni en Vigo ni en La Coruña —ni siquiera en su goleada al Perú—, cada vez que cortaban una ofensiva belga, respondían, con pases en primera, velocísimos, en contragolpes que desbarataban el marcaje por zonas de los belgas. El goleador de la noche fue Boniek, que corre como un gamo, patea como un burro, es listo como una ardilla, hace pases de algebrista y tiene una cabeza que le sirve para cabecear y pensar todavía mejor. Pero la gran figura del partido, la eminencia gris de la victoria polaca, fue el experimentado Lato —jugaba su partido centenario como internacional—, quien construyó dos de los tres tantos y fue el cerebro y motor de la escuadra, el centro distribuidor de la pelota, quien decidía la dirección de los avances y el ariete que abría las brechas por donde irrumpir en el área chica de los belgas. Lato es un jugador sereno, sencillo, que rehuye el alarde, un trabajador incansable que sube y baja todo el tiempo, alguien que no vacila jamás en sacrificar el lucimiento personal en aras de la acción colectiva. Un jugador clásico, si los polacos juegan ante los soviéticos como lo hicieron ante los belgas, el partido será de antología.

Un amigo devoto, a quien yo trataba de convencer, sin ningún éxito, a la salida del Camp Nou, de que la derrota belga se debía sobre todo al fracaso de su táctica del ‘off side’ provocado, me recordó que los polacos, nada más pisar Cataluña, habían peregrinado a arrodillarse ante la Virgen de Montserrat. Mi amigo estaba seguro de que es posible establecer una relación de causa a efecto entre esa peregrinación y la rotunda victoria. Bueno, mientras no lo prohíba el Reglamento, todas las tácticas valen y, si el resultado es un lindo partido, tanto mejor. FIN

¿CÓMO SE JUGÓ ESPAÑA 82?
El Mundial de España fue el primero y último que se jugó con un sistema de competición ciertamente singular: en la segunda fase se formaron cuatro grupos de tres equipos y de allí salieron todos los semifinalistas. En el grupo A quedaron Polonia, Unión Soviética y Bélgica. Solo los polacos, que habían terminado la primera fase en el primer lugar de su grupo (con goleada a Perú incluida), accedieron a las semifinales.

Tags : FIFA, Fútbol Nacional, España 82, Premio Nobel, Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas LlosaEnlace La dura crítica de Mario Vargas Llosa a la selección peruana que cayó 5-1 ante Polonia
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